Pero ¿qué diablos es exactamente la «sangre extraña»? Arnaldo odia los viernes, odia trabajar, odia odiar tanto, odia la vida. Pero incluso un holgazán nihilista se puede dejar seducir por el destello de la acción y el misterio. Cuando se cruza con un señor calvo que recita, en trance catatónico, una enigmática frase, su existencia se convierte en una búsqueda trepidante y obsesivamente quijotesca. Atravesará novelas rusas, hectolitros de cerveza, enigmas cotidianos, tótems mentales de chicle y dudas metafísicas. Lo difícil no es tener una obsesión. Lo verdaderamente complicado es no tener muchas más. Uno puede escapar de cualquier sitio menos de su cabeza. Y la clave no reside en saber qué es la sangre extraña, sino en seguir viviendo después de haberlo descubierto.