Los silencios mal puestos desmenuza el lenguaje que es capaz de desenterrar la memoria. Construye paisajes y escenas que conforman una huída y un retorno constantes. La poeta consigue expresar el sentir de una infancia, de toda una vida, rota por el abuso. Un relato crudo, desgarrado y, sin embargo, luminoso, esperanzador. Una conjunción aparentemente imposible entre la delicadeza y la densidad. Entre el amor y la denuncia.