La revolución de la agricultura biológica ha traspasado los campos de cultivo y ahora intenta hacerse un hueco en nuestra cocina diaria. Quizás porque no quedan ya demasiadas dudas sobre la positiva repercusión que está teniendo sobre nuestra salud y la salud de nuestro planeta, ha llegado el momento de reivindicar también todo el potencial gastronómico que encierra este tipo de alimentación. Se trata de una cocina más equilibrada, sana y respetuosa con nuestras necesidades nutricionales y que utiliza lo mejor de la naturaleza, eligiendo siempre los ingredientes frescos más adecuados en función de la estación del año.
Hace unos años comer bio para muchos no era más que comer sin pesticidas, aditivos o transgénicos pero hoy en día la cocina biológica es mucho más. Se intenta respetar la personalidad de todos los ingredientes de un plato sin intentar tapar su sabor con pesadas salsas ni prolongadas cocciones que además puedan destruir el tesoro nutricional que albergan. Se buscan siempre las mejores combinaciones en cada plato que más vayan a potenciar las propiedades de cada alimento. Y todo esto, aprovechando la riqueza de productos que nos ofrece el mercado ecológico que, tras investigar en modos de alimentación casi perdidos, nos acerca auténticas joyas de sabor de cada rincón del globo y creativas alternativas a alimentos refinados cargados de grasas saturadas, azúcares o excitantes tan instalados en nuestra dieta moderna